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      FIN

La luna con un puñal
desgarró la piel del aire.
La tierra por esa herida
desbordó sus ríos sin sangre.
Ya no se escucha el latir
del corazón de los mares.
Sin alma quedó la tierra:
¡qué palidez en los árboles!
Hombres sedientos clamaban,
incendiando las ciudades.
Miles de muertes pequeñas
en aquella muerte grande.
Fin del mundo. Otros planetas.
Nuevos ríos, nuevos mares,
almas nuevas encarnando
en las misteriosas márgenes.

autógrafo

Manuel Altolaguirre


Nuevos poemas de las islas invitadas (1946)  

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