La intensa realidad de un sueño lúgubre
Puso en mis manos tu cabeza muerta;
Yo la apresaba como hambriento buitre...
Y con más alma que en la Vida trémula
Le sonreía como nadie nunca!...
¡Era tan mía cuanto estaba muerta!
Hoy la he visto en la Vida, bella, impávida
Como un triunfo estatuario, tu cabeza!
Más frío me dio así que en el idilio
Fúnebre aquel, al estrecharla muerta...
¡Y así la lloro hasta agotar mi vida...
Así tan viva cuanto me es ajena!
Delmira Agustini