CORTINA CLARA
Tu pelo,
anudado, para no molestar
a tu precioso rostro.
Tu nuca
de donde crece la vida.
Tu cintura,
hasta Miguel Ángel suspiraría,
e incapaz de moldearla se vería.
Tus ojos,
dos focos que alumbran mi senda.
Tus senos,
lugares enigmáticos
que se hicieron para mis manos.
Tu desparpajo,
que loco me vuelve
y que detrás de ti me ha llevado.
Tu sonrisa,
que me ha alegrado el corazón,
y por la que ahora suspiro.
Felipe Evaristo Gómez Pescador