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EXISTES, PORQUE VEO EL RAYO
inacabable de tus ojos y sé
de tus oráculos. De cuando
invades la penumbra, iluminas
la ciudad infinita y me retomas
desde un vaho de crisantemos.

Promiscuo sabor a ti. A tus ojos
como labios, me besas
si me miras. Festejo
la libertad de saberte.

Malvasía en tus palabras.

Malvasía y domingos
en tus silencios. Sólo
te pierdo en la derrota. Opacos
los párpados y en el sopor.

Me apasionas y te busco.
No te encuentro
nada más que en los recuerdos.

Tan azules
que me hielan. Pertinaz
tu nicotina o tu sonrisa. Un café
apenas es nada. O es un sueño
en tan larga distancia. Inútiles
pueden ser tantos pasos. Humedad
y nieblas en los ojos.

Lo mismo vienes que te vas. Te meces
ensortijada en mis neuronas.

De púrpura
dibujas tus adioses. El último
me supo a nostalgias. A óxido
en la lengua. A resaca
de tus ojos. Que me besas
si me miras. Tenaz
la tarde pasa. Y yo te busco.
Y no te encuentro. Y te espero.

Felipe Sérvulo


«Hasta el límite de las violetas» (1995)

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Incluido en Hasta el límite de las violetas. Editorial La Mano en el Cajón. Barcelona, 1995