POEMAS EXTRANJEROS
Amanecer en Palermo.
-I-
A bordo del Spartiventi
(Un como moderno Eolo)
mirabas, extático, las luces
que, cada vez más, entregaban sus vidas.
¡Quién lo pensara durante otros instantes!
Eran las de Nápoles,
La ciudad cargada de sinuosas
Leyendas musicales:
—Torna a Sorrento,
—¡O! sole mio,
—Tu sei l’impero dell’armonia,
—Santa Lucia, ¡O! dolce Napoli,
¿Quién lo pensara durante otros instantes?
-II-
Luego vino el litro de Salaparuta.
—Il migliore corvo— como dijo después Emmanuele.
Pero tú recordabas más cómo te mecías
Al salir del comedor y tomar rumbo hacia los lavamanos
Toillettes, servizzi, ya no distinguías otros
sinónimos.
Sólo discernías sobre tu abandonada
Resistencia etílica.
-III-
Así transcurrió la travesía.
Eolo soplaba para hendir
La oscuridad oceánica.
Y, al final, tu regalo:
Las luces de Palermo,
Ya dejadas atrás las musicales.
Recuerdas que miraste, no viste,
La ciudad que ya conocías
Por su sangre.
Con ella habías bebido
Cada una de sus letras:
La P de placenteros días.
AL ... que sabían al vino de Salaparuta.
La E, de estrecha cavidad tormentosa y tormentante
Y la R de rosario Moderno
Capaz de conducirte
Desde la suavidad de la marmórea mano
Hasta los estertores del cansancio deseado.
-IV-
Todo ese proemio fue tuyo,
Coronado de topónimos:
Monte de San Pellegrino. Con su gruta simbólica
Como los limoneros caraqueños.
Mondelo, bañando tu rosario desconocido.
La Vergogna, sin su razón de ser.
Colonna Rotta y sus panaros
Cargados de magia y de ternura,
Como los poemas de Paolo,
O los ojos de Antonia,
El perro de María
O la solidaridad fraternal de Marino.
-V-
Y otra vez, al final...
Göthe...
Veinte años esperándote
En las puertas del Jardín Botánico,
Para mostrarte la ühr Form
Que él quiso encontrar
En la mujer Italia.
Palermo, 15 de septiembre de 1996.
Luis Álvarez