TODA
Las calles están frías; mi piel está fría, una garúa fina penetra los huesos, mis huesos, retorcidos entre pavimentos de deseos y pasiones y sueños y bellas criaturas de ciudad.
Estoy sólo, perdido en laberintos de formas que me atraen, quiero atrapar la piel de mi carne, socavar el cerebro de imágenes de angelicales mujeres, quiero amar esos cuerpos de seda, fundirlos en mis poros.
Capturar los ojos de ellas, sus sonrisas, sus palabras, sus movimientos, los hilos de sus cabellos desparramados en el viento, la tempestad de sus sexos, la lava de sus dedos, sus lenguas de terciopelos, sus cálidas pieles dormidas entre mis huesos, el almíbar de sus labios.
Quiero tantas cosas casi imposibles de esta tenebrosa ciudad. Quiero imaginarte desnuda entre mis sábanas de flores, que respires los olores de esta suerte de macho, especie dormida, que saborees los jugos del cuerpo y goces.
La llovizna se hace cada vez más intensa, tengo los pies mojados, me duele el alma, siento frío, te pienso, tu calor, tus manos acariciando las mías, valla a saber que estas haciendo en este momento. De pronto suena el celular y a gritos me hablas y dices: “estoy desesperada te necesito, quiero tu cuerpo dentro del mío, que me ames como nunca, quiero tu música en mi alma, tu pedazo de vida” (quedé sorprendido, extasiado en mares de sangre, con los oídos despedazados en fantasías, eras la delicia que esperaba, mi hada urbana).
Sí, atiné a contestar, sos vos, la esmeralda perdida en esta inmensidad de chatarra, la que despertó mi origen animal, la caníbal despiadada que carcome mis sentidos, la que destruye las células de esta existencia como ser civilizado; sí eres tú.
Soy yo, continuaste diciendo: la que te ayudó a salir del pantano, soportó tus locuras, compartió las amigas con vos y gozaste con ellas y yo que siempre te amé y vos que siempre me usaste, sobre todo mi cuerpo, ¿recuerdas?, esa vez en la casa de Andrea, cuando los tres hicimos de todo?
Claro, que te vas acordar, si sólo piensas en vos, no te importó mis sentimientos y hasta llegaría apostar que hasta te olvidaste mi nombre, sí, soy Silvia... Hola, sí, dije — cómo no voy a acordarme de aquél encuentro cuando sacaste aquellos aparatitos tuyos y practicastes con nosotros y dolía, ya lo creo que dolía, sangraban mis testículos, creías que así lograba mayor excitación y pasabas tu lengua rabiosa por el cuerpo de Andrea y de mí ni te cuento, sos una degenerada. Corté el teléfono, estaba asqueado de esa inmunda, yo nací para otra cosa, tal vez para poeta, sí, las musas, ¿cómo será hacer el amor con ellas? . Estoy inspirado podré imaginarme alguna y acariciar su hermosura, sus voces que deberán ser muy suaves, armoniosas y no como esta basura de Silvia, Andrea es más delicada, tiene estilo es toda una señora, sí de la alta, de la alta sociedad, si la vieran que bien viste y en la calle no hay quién le toque el culo y bueno reconozco que tan bueno no soy, tengo mis aspiraciones como puede tener cualquier hombre ambicioso, me gustan todas y si tienen money, mejor, ya saben mucho dinero, departamento, auto, tarjeta de crédito y sobre todas las cosas que tenga buen físico, no es la cuestión que sea un feto, despareja o vieja, es más las prefiero jóvenes, digamos entre veinte y cuarenta años.
Tengo que reconocer que a esta altura del tejido de mi vida, estoy de la cabeza, cómo dicen algunos. Hoy estaba deprimido y más cuando llueve y más cuando llamó esa tarada. Yo sé que a esta altura me podrán decir: ¡estás loco flaco! , lo hiciste con dos minas y te quejas; no es que me queje es que esa tal Silvia me crispa los nervios, si hubiera sido diferente, mas delicada, sensual, es otra cosa.
La lluvía continúa persistente, caprichosa, siento dolor de cabeza, me duele el estómago, tal vez sea el hígado, puede ser la comida aquella de ayer, no sé o será ese llamado de la tarada, que se habrá creído, “me sacó del pantano”, qué pantano, si cuando la conocí era atorranta y ahora la miran con más respeto, desde que empezó la transa conmigo, yo que vengo de una respetable familia, ya saben gente de trabajo, mi viejo tiene un bar en pleno centro y yo soy el encargado.
Miguel Ángel Brandoni