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        LA ORACIÓN DE SETIEMBRE

Doblemos la rodilla: ya luce en el oriente
El sol, que en otros días, con brillo refulgente,
Inauguró del pueblo la estatua colosal.
Miradle en este templo que alzó la providencia:
Sobre el altar se eleva, fijando la creencia
Que llena nuestras almas de espíritu inmortal.

Chile es el templo inmenso: los Andes sus altares
Sus flores el incienso, sus cedros los pilares,
Sus aves la armonía, su cielo el pabellón
Valparaíso el pórtico que sobre el mar se inclina,
Y el sol que nos alumbra, la lámpara divina.
Do arde sagrado fuego de eterna religión.

Mirad cual lo saludan del muro los cañones,
Cual alzan los guerreros sus ínclitos pendones
En que la estrella luce cual signo de hermandad.
Mirad como se riza del mar la blanca espuma,
Cual se disipa en torno la misteriosa bruma,
Y cual se tiñen de oro los Andes; ¡contemplad!

Oíd como resuenan los ¡vivas! nacionales,
Cual desde el alta torre sus glorias inmortales
Publica la campana con lenguas de metal;
Oíd como retumban los bélicos tambores,
Los cantos de la infancia, del pueblo los clamores
Que llenan todo el templo cual coro universal.

Doblemos la rodilla, y en nuestros labios vibre
Una oración solemne digna de un pueblo libre,
Que en alas de los ángeles remonte hasta el Señor;
Doblemos la rodilla, y alzando el pensamiento,
En un amor unidos y un mismo sentimiento,
Roguemos al abrigo de un manto protector.

Reguemos por la suerte del mundo americano,
Porque sus nobles hijos con palmas en la mano,
En nombre de un principio se abracen con amor;
Roguemos porque caigan los reprobos caudillos,
Que en el altar sagrado dan filo a los cuchillos,
Para apagar, matando, de libres el clamor.

Roguemos porque nunca naufrague la creencia,
Para que tenga un culto la excelsa inteligencia
Que dice a la barbarie: — «¡De aquí no pasarás!»
Boguemos porque todos escriban en sus pechos
Con sangre de sus venas, sus leyes y derechos,
¡Que nunca borrar pueda la tiranía audaz!

Pidamos para el campo las mieses abundosas,
El pan para los pobres, virtud a las hermosas,
Y para el pueblo todo, la luz de la razón.
Y ante la tumba fría do yacen nuestros padres,
Que de laurel eterno cubrieron nuestras madres,
¡Pidamos para todos de paz la bendición!

Este es el ruego digno de un pueblo generoso,
El único que ai solio del Todo-Poderoso
En alas de los ángeles la brisa llevará;
Ruguemos, que templados por el sublime ruego,
El alma encandecida del entusiasmo al fuego
A otras generaciones su ardor transmitirán.

Doblemos la rodilla: ya luce en el Oriente
El sol que a nuestros padres encandeció la mente,
Para vaciar en ella de Chile la nación;
¡Silencio! en nuestros labios como en el arpa vibre
Que pida para todos amor y redención.

autógrafo

Bartolomé Mitre


Bartolomé Mitre  

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