EL PERICO, Y LA VERDAD,
O CONTINUACIÓN DE LA VERDAD PELADA (1)
INTRODUCCIÓN
Compró un Loro la verdad,
a quien su musa le influía,
(Polymnia, pienso sería,
que es dada a moralidad.)
Un día por casualidad
oí al Loro, que en su palo
a su ama le decía: malo,
malo es decir las verdades;
pero si algunas maldades
se enmiendan...; ¡Ay, qué regalo!
Así dijo; y con su pico
comenzó a decir primores.
Yo nada digo Señores,
son verdades del Perico.
Allí va una madamita
con túnico y con mantilla...
¿será alguna Señorita?
¿No? que es una coquetilla
¿Saben quién es? Fulanita.
¿No es esto procacidad?
¿Es verdad?
Esta pobre se atavía,
y se condena a ayunar,
por ver si en su cofradía
se le asientan a la par
hermanos, de noche y día.
¿Será buen fin al que aspira?
Es mentira.
Que nadie de estas ignora
que la Dama de este Jaez
cuando sale bien (a) mejora
de casa, y en San Andrés (2)
entre mil dolores llora
su asquerosa libertad:
Es verdad.
¿Y habrá coqueta por esto
que tenga algún enemigo?
No; porque a costa del sexto
todo hombre (b) ha de ser su amigo
como pueda haber pretexto.
Que esto es nuevo, ni que admira,
Es mentira.
Que a aquel, que a pensar empieza
en casarse ya, el demonio
le figura con viveza
las cargas del matrimonio,
y más las de la cabeza,
que pesan en realidad,
Es verdad.
Pero que esta sea la excusa
cierta sola porque no
se casa, como ahora se usa,
eso sí, dúdolo yo,
oiga usted lo que mi musa
tan maliciosa me inspira,
Y no es mentira.
Que no son los sinsabores
de los casados a ratos,
la causa de los horrores
que tienen mil celibatos
al estado; y sí, las flores
que aprecia su libertad,
Es verdad.
Con tres Dioses muy aprisa
lidian éstos: ¡rara escena!
Cupido les brinda risa,
Venus de llagas los llena,
Mercurio los martiriza,
y al hospital los retira.
¿Es mentira?
Una vieja, aunque no es beata
por lo menos es tercera,
entra a casa, y se dilata
con la niña en la escalera,
y a ocasiones se recata:
¿Será por casualidad
no es verdad?
La Madre en nada repara
pues tiene satisfacción
de ella, y de su hija, y tan rara,
que al fin la conversación
suele parar en qué para;
Se enoja Mamá, se admira.
¿Y es mentira?
¿Ven la grande fantasía
que ostenta aquel en su coche?
pues debe mucho a fe mía,
y es porque pierde de noche
ciento, y gana diez de día,
Ésta es liberalidad,
¿No es verdad?
Al casero no pagó
el tercio en el mes pasado;
pero un caballo compró,
que en treinta onzas lo han tasado.
¿Qué será esto? Que sé yo...
¿Quizá un gran comercio gira?
Es mentira.
Aquí hizo una pausa el Loro,
y dijo luego: ¿Quién pasa?
Una niña. ¿irá a su casa?
No, que anda buscando el -oro.
¡Ay de mí! afligido lloro
mi infausta estrella, mi suerte...
mi ama me enseña, y divierte...
Ella le dijo: Animal,
calla; que eres tan fatal
que nadie querrá tenerte.
Entonces se sacudió
el Lorito, y revolviendo
su alimento, entre comiendo,
y cantando prosiguió.
¿Han visto Señores
cosas tan bonitas,
como ver coquetas
muchas Señoritas?
¿de éstas que se adornan,
y que andan en coche;
aunque su opinión
ande a troche moche?
Pícaras ingratas,
que a sus compañeras,
(cuando de ellas se habla)
mandan a galeras;
sin ver que las pobres
tal vez por dos reales...
pero ellas, ¿por qué?
sólo por ser tales.
¿Han visto que algunas
del cuerpo doncellas,
vírgenes no son,
por no querer ellas?
¿Y con sus vestidos
hacen tanto mal,
que tal vez exceden
a las del Portal?
Si el pecado de éstas
no tiene disculpa,
mujeres profanas,
¿qué no tenéis culpa?
nos mostráis los pechos,
los brazos, y espaldas,
las piernas... y acaso,
os cubren las faldas:
sólo sois instruidas:
en cantar boleras,
bailar el loquito,
y otras mil frioleras:
por más que los padres
prediquen sermones,
siempre sois vosotras
como los ratones:
Oye este animal
el maullo del gato,
se asusta:... mas sale,
luego de allí a un rato;
Pues oid, si queréis
verdad de un Perico,
pelada, mal dicha...
rajad... yo me explico:
A las buenas siempre
mi obsequio prosterno:
a las descaradas
¿qué?... vayan a un cuerno.
A vosotras digo,
mujeres profanas;
que aunque seáis doncellas
parecéis mundanas:
La muerte del alma
entra por los ojos.
Esto Dios lo dice,
(por si os diere enojos.)
¡mirad; cuántas almas
heis a Dios matado
con este maldito
traje descocado!
Quien ve a la mujer
con mala intención,
ya pecó con ella
en su corazón.
Dios también dice esto;
y muy bien veréis
de cuántos delitos
la causa seréis.
Mas, decir pudiera;
pero temo que,
algunas se enojen,
y así callaré. (c)
Pero ahora verán
cómo me murmuro:
¡qué estilo tan frío!
¡qué metro tan duro!
Parece estribillo,
verso de jarana;
así quise hacerlo
porque me dio gana.
¡Qué tonto es el Loro!
(dirás) ¡qué mal poeta!
pues si no te gusta,
toca la trompeta.
José Joaquín Fernández de Lizardi
Notas del autor:
(a) Puede estar galica, e ir a las recogidas, lo que será para darse a Barrabás.
(b) Se habla con los libertinos.
(c) Quien desee instruirse más en el recato que deben observar las doncellas, lea la Epístola que san Jerónimo escribió a la virgen Eustoquio, y aprendan las señoras cristianas de las gentiles griegas: tenían éstas tal modestia en sus trajes, que cuando iban a alguna visita, les llevaba un criado los adornos y joyas de lujo; en la casa se los ponían, y para salir a la calle se los quitaban, para andar en público con la moderación que acostumbraban.
Notas del editor UNAM-IIF:
(1) En Obras XIV, pp. 5-12.
(2) Hospital de San Andrés. Los heridos por riña «eran enviados al hospital de San Andrés en donde se les tomaba su declaración». Además, los presos debían prestar servicio comunitario en dicho hospital. Cf. Teresa Lozano Armendarez, La criminalidad en la ciudad de México 1800-1821. México: UNAM, Instituto de investigaciones Históricas, 1987, p. 182. (Serie Historia Novohispana /38). El edificio, convertido en hospital en 1779, por una peste de viruelas, fue el Colegio de San Andrés de los jesuitas, clausurado por la expulsión de éstos en 1777. Estuvo situado frente al Colegio de Minería, hoy lugar ocupado por el Museo Nacional de Arte, antes Palacio de comunicaciones.