ÚLTIMOS SONES
Al terminar la danza desaparecieron las muchachas y quedé triste, atrapado en el último reflejo.
Torné a abrir los ojos, oh, vida amada, ¿huían de mí? el sol se ocultó
dando paso al prado húmedo sumergido en la insondable penumbra;
me veo rodeado por algo desconocido que me contempla pensativo,
¿vives aún?
¿por qué?
¿para qué?
¿Acaso quieres seguir viviendo eternamente?
¡Ay, amigos! Es mi pasada tarde quien pregunta dentro de mí, perdonad,
perdonad mi tristeza ante el mar de los sepulcros, el silencioso, ahí están
cada una de las tumbas cavadas en mi juventud y quiero llevar por siempre
la verde corona de vida mostrando el perfume del corazón y el recuerdo
de otros muertos que murieron pronto para mí, como manzanas maduras.
¡Soy heredero de vuestro amor!
os tuve a vosotros,
me tuvisteis a mí,
¿a quién le cayeron del árbol
tantas manzanas rosa?
el suelo florece con racimos
de motivos lilas, celestes
y extraños prodigios propicios.
En verdad, demasiado pronto huisteis de mí y yo de vosotros
como tímidas avecillas fugitivas buscando secretas eternidades;
anudé con fuerza el instante para convertirlo en horas venideras
olvidando que tras nosotros yacía el círculo de la no existencia.
Para matarme a mí
os han estrangulado,
mis pájaros cantores,
mi esperanza,
¡si, amados míos!
Disparó la maldad sus dardos
para herir mi corazón
¡dieron en el blanco!
porque erais lo que amaba,
mi posesión y mi ser poseído,
mi fuerza, mi don, mi latido perfecto.
Por ello moristeis jóvenes, tal cual
romances suspendidos en el tiempo,
¡mi flanco débil erais vosotros!
piel suave, delicada, sonrisa
que perece por una mirada.
Quebraron visiones de perpetua juventud
y mis prodigios más queridos, abreviando
esta eternidad de lágrimas, ángulos y preludios.
Caísteis como seres divinos ajusticiados por la intolerancia
en la hora propicia de los monstruos deglutiendo promesas.
Invulnerable soy exceptuando mi talón, Parca,
asesinaste mi éxtasis con los sones inexpresados
de puñales, cítaras y resurrecciones;
subsisto a ti, pasando por y entre ti,
conseguiste llenar mis sueños de sepulcros, mas
no evitarás la náusea en la pupila del último poeta
que te aguarda paciente en el tramo final de la profecía.
Antonio García Vargas