TENUES PESTAÑEOS
Antes que hombre fui árbol, pájaro, viento y trovador que anidaba versos en tus cabellos...
moví montañas y alteré cauces de ríos, empuñando el timón que cerró tus párpados adormecidos mientras el aire invasor mantenía erectos los mástiles de tus pechos,
mientras velo tu sueño
invento signos
adolescentes
que acarician con dedos
de luz enamorada
la fugacidad de tu talle...
antes de ser poeta, mis ojos iluminaban senderos perdidos en la nebulosa oscuridad del lago Aquerusíade, mientras descifraba caracteres cuneiformes con susurros de albatros...
licuaba cuerpos desnudos haciéndoles participar como puentes de mis abismos, preparando la llegada del Cristo negro que cubriría de ataúdes las aceras de la ciudad sin nombre...
pasé mi infancia contemplando los jardines suspendidos de Babilonia...
a cada pestañeo,
nuevos universos
son abatidos
por el equívoco que te circunda,
mas...
no podemos romper el conjuro
del punto de fusión y de olvido...
fue una tarde, en febrero,
los gorriones anidaban música
entre coplas, en los árboles
y tomados de la mano soñábamos...
alguien gritó: ¡viva la libertad!
y sentí el beso de la muerte...
allí estaba yo, en la acera,
muerto sin saber por qué,
mirando tus ojos y mis ojos
llorando, por no poder besarte...
la tarde había sido devorada por el destello cruel de un río de sangre cargado de ausencias, me sentí transportado a la oscuridad como un dios en el exilio al que le es negado el enfrentamiento con la noche amortajada de Drök y el ceño multiplicado del Tártaro.
... el mismo ceño que mostraste
cuando la sordera de Beethoven
hizo cantar a Cristo en su Misa
mientras el sexo de Penélope
templaba el arco de Ulises.
Antonio García Vargas