Érase una persona alegre
Empotrada en el espacio lineal,
En un laberinto simple
De paredes de cristal
Que no tiene bifurcaciones
Y solo conduce de casa al trabajo
Y del trabajo a casa.
Con unos adoquines de alquitrán
Desgastados hasta enterrar
El cuerpo hasta el cuello
Como quien camina sobre la primera nieve invernal.
Érase una mente alegre
Empotrada en un cráneo de hierro.
Érase un alma alegre
Empotrada en las cuatro dimensiones.
Érase un corazón alegre
Empotrado entre seis paredes de metal.
Érase yo triste,
Con todos los grados de libertad.
Pablo Ruoppolo