SUCEDE QUE ALLÍ ESTOY
Me ocurre a veces —raras veces— ir
a solas paseando como hoy
por esta playa a la que con frecuencia
vengo desde hace tiempo,
y, de repente, algo que no logro
precisar bien qué sea
me devuelve del todo, de una forma
muy fugaz y muy nítida,
a otra playa —remota— que fue mía
en aquel Mar Menor de mi niñez,
el mar que, tras la infancia,
dejara un día de pertenecerme.
Son rápidas vislumbres intensísimas
que un mundo frágil —pero intacto— albergan.
Sucede que allí estoy,
caminando descalzo en la mañana.
No se ve mucha gente; aún es temprano.
Tengo mojado el pelo y en mi piel
hay cercos de salitre, pues estuve
buscando entre las piedras de la orilla
cangrejos, peces, conchas.
Puede ser que mi hermano me acompañe,
algún amigo acaso.
Traza el sol una estela de oro vivo
en la indolencia de las quietas aguas.
Vuelven los pescadores en sus barcos
de motor y de vela
y en cajas sacan a la orilla, alegres,
dando voces, fumando,
cuanto en las largas horas afanosas
de nocturna faena
consiguieron sus redes.
Me llega un fuerte olor a algas podridas,
al gasoil de los barcos, a pescado,
a maderas mojadas.
Duran apenas nada estas visiones
del que yo fuera un día,
del que un momento vuelvo a ser.
y luego
prosigo dando pasos en la arena
por mis años de ahora.
Eloy Sánchez Rosillo