Cantar de Mío Cid. Folio 56r
»no debimos por mancebas siquiera, haberlas tomado,
porque para esposas nuestras son de linaje muy bajo.
La deshonra del león ya se va vengando».
131
Félez Muñoz sospecha de los infantes.
Vuelve atrás en busca de las hijas del Cid.
Las reanima y las lleva en su caballo a San Esteban de Gormaz.
Llega al Cid la noticia de su deshonra.
Minaya va a San Esteban a recoger las dueñas.
Entrevista de Minaya con sus primas.
Así alabándose iban los infantes de Carrión.
Pero ahora quiero hablaros del buen Félez Muñoz,
aquel sobrino de Ruy Díaz el Campeador.
Él también con los demás hacia adelante siguió,
pero iba de mala gana, corazonada le entró,
de los otros se separa, allí a un lado se quedó
y en la espesura del monte se esconde Félez Muñoz:
esperará allí a sus primas, hijas del Campeador,
o verá qué es lo que han hecho con ellas los de Carrión.
Ya los ha visto venir y lo que hablaban oyó,
no sospechan los infantes que está por alrededor,
que si ellos le hubieran visto, no escapara vivo, no.
Los caballos espolean y ya se alejan los dos.
El rastro que ellos dejaron lo sigue Félez Muñoz
y por fin a sus dos primas desmayadas encontró.
Llamándolas: «Primas, primas», del caballo se apeó,
lo ata por la rienda a un árbol, hacia ellas se dirigió.
«Primas mías, primas mías, doña Elvira y doña Sol,
muy mala hazaña que hicieron los infantes de Carrión.
Su castigo han de llevar por la voluntad de Dios».
Las acorre y en su acuerdo ya van volviendo las dos:
de tan traspuestas que estaban aún no tenían ni voz.
Partíansele las telas de dentro del corazón
al decirles: «Primas, primas, doña Elvira y doña Sol,
despertad, que aún es de día, primas, por amor de Dios,
Anónimo, copista Per Abbat
Versificación moderna de Pedro Salinas