Cantar de Mío Cid. Folio 57r
cuando oye lo que pasaba pésale de corazón,
busca allí cabalgaduras y vestidos de valor
y se vuelve adonde estaban doña Elvira y doña Sol;
entonces a San Esteban de Gormaz trajo las dos
y como él mejor sabia con gran honra las sirvió.
Las gentes de San Esteban de Gormaz honradas son,
al saber lo que pasaba les pesó de corazón,
tributo ofrecen a las hijas del Campeador.
Allí se quedaron ellas hasta encontrarse mejor.
Mientras, se iban alabando los infantes de Carrión.
Por todas aquellas tierras la noticia se corrió,
al bueno del rey Alfonso pésale de corazón.
Por fin mensajeros llegan a Valencia la mayor;
cuando le dan la noticia a Mío Cid Campeador
durante un rato muy largo pensativo se quedó
y luego alzando la mano, la barba se acarició.
«¡Alabado sea siempre Cristo, del mundo Señor!
¡Buena honra que me han dado los infantes de Carrión!
Lo juro por esta barba que jamás nadie mesó:
no se saldrán con las suyas los infantes de Carrión,
a mis dos hijas muy bien tengo que casarlas yo».
El Cid y toda su corte tenían mucho dolor
Álvar Fáñez lo sentía con el alma y corazón.
Con el buen Pedro Bermúdez ya Minaya cabalgó,
y con Martín Antolínez, ese burgalés de pro.
A doscientos caballeros con ellos el Cid mandó.
Que anduviesen día y noche su señor les ordenó
y que traigan a sus hijas a Valencia la mayor.
Anónimo, copista Per Abbat
Versificación moderna de Pedro Salinas