BALADA A LEOPOLDO DÍAZ PARA QUE TOME POR CANCILLERA A UNA DE LAS NUEVE MUSAS
¡Partir a Suiza! ¡Qué hermosa cosa!
El mar, el barco que se desliza;
la pasajera ligera, hermosa;
una aventura que se eterniza...
¡Qué hermosa cosa, partir a Suiza!
El monte: el hielo color de rosa;
el lago Léman: una vaquera;
el ranz que suena tras la colina;
y el cónsul lírico de la Argentina
con una musa por cancillera.
Nada más bello que ir adelante
corriendo el mundo, valles y montes:
ir en el ágil barco triunfante
con sed de tierras y de horizontes:
y nuestro cónsul será imperante:
(ha de cumplirse, sí, Dios mediante,
la profecía del doctor Montes).
¡Qué Dios le guíe, que Dios le quiera;
pero que vaya, hoy como antes,
con una musa por cancillera!
Glorias y honores son triunfos bellos;
pero en la tierra no ase el poeta
a la Fortuna por los cabellos;
es la Fortuna dama indiscreta
que ama a otros hombres que no son ellos;
los ruiseñores a los camellos
parias les deben rendir doquiera:
tal lo dispone la ingrata suerte;
mas, ¡cuán alegre se va a la muerte:
con una musa por cancillera!
ENVÍO
Cónsul, que partes al suelo suizo
ama las gracias, ama el hechizo
con que, beluario, domas la fiera,
con que has vencido la suerte ingrata
y en tu carrera de diplomata
¡lleva una musa por cancillera!
Rubén Darío, 1916