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Cantar de Mío Cid. Folio 65r

Vierais allí traer tanto buen caballo corredor,
tantas mulas bien criadas, palafrenes de valor,
y tantas buenas espadas con muy rica guarnición.
Los de la corte lo tasan y el Cid así lo aceptó.
Sin contar esos doscientos marcos que el rey le ofreció
mucho pagan los infantes al que en buenhora nació.
De lo ajeno les prestaron, que lo suyo no bastó.
Esta vez muy mal burlados escapan los de Carrión.

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Acabada su demanda civil, el Cid propone el reto.

Las cosas dadas en pago Mío Cid las tiene ya,
a sus hombres las entrega, ellos las custodiarán.
Pero cuando esto se acaba aún queda una cosa más.
«Merced, mi rey y señor, por amor de caridad:
la queja mayor de todas no se me puede olvidar.
Que me oiga la corte entera y se duela con mi mal:
los infantes de Carrión me quisieron deshonrar,
sin retarlos a combate no los puedo yo dejar»
.

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Inculpa de menos-valer a los infantes.

«Decidme, ¿qué os he hecho, infantes de Carrión?
¿Cuándo de burlas o veras, ofenderos pude yo?
Ante el juicio de la corte hoy pido reparación.
¿Para qué me desgarrasteis las telas del corazón?
Al marcharos de Valencia yo os entregué mis dos
hijas con buenas riquezas y con el debido honor.
Si no las queríais ya, canes de mala traición,
¿por qué fuisteis a sacarlas de Valencia la mayor?
¿Por qué las heristeis luego con cincha y con espolón?
En el robledal quedaron doña Elvira y doña Sol
a la merced de las fieras y las aves del Señor.
Estáis, por haberlo hecho, llenos de infamia los dos.

autógrafo

Anónimo, copista Per Abbat
Versificación moderna de Pedro Salinas